domingo, 8 de septiembre de 2019

Kanata visita su último planeta

Una de las actividades favoritas para Kanata siempre ha sido explorar nuevos planetas, y con aquel último no iba a ser la excepción. El nuevo planeta al que acababan de llegar era muy similar a la Tierra, con abundante vegetación y una atmósfera similar, en la que un ser humano podía respirar sin dificultad, y sin necesitar cascos o filtros de ningún tipo. Además el planeta tenía mar y playas, y en cuanto la tripulación se enteró que había playa no hubo falta decirlo dos veces para que todos se cambiaran y se pusieran sus bañadores. Kanata se puso las bermudas rojas holgadas, que le llegaban casi hasta la rodilla. Tras pasar un día entero en la playa, mientras que los demás solo tenían ganas de tumbarse en la arena y descansar, Kanata aún tenía energías para querer ir a explorar los alrededores.
- No te alejes mucho mucho, no sea como la última vez que pensamos que te había pasado algo y tuvimos que ir a buscarte! - le gritaba Charce desde lo lejos mientras que Kanata se internaba en la maleza.
Tras darse la vuelta brevemente para hacer un gesto que indicase a Charce que no tendría de qué preocuparse, Kanata salió corriendo y no paró hasta llegar a un claro. Debido a que mientras corría el joven perdía la noción del tiempo, no sabía lo lejos que podía estar de la playa. Kanata ni siquiera se había cambiado, aún llevaba puesto el bañador, que tras la carrera ya se estaba secando, a pesar de pasar casi el día entero de tanto meterse en el agua; y el torso iba completamente descubierto, revelando la bastante desarrollada musculatura del atlético joven. Gotas, bien de sudor o bien del agua del mar, se deslizaban por los anchos pectorales, que se agrandaban y contraían al ritmo de la acelerada respiración, los abdominales y los bíceps.
El claro en el que Kanata se había parado era bastante amplio, con un barranco cubierto por una capa de vegetación similar al musgo terrestre al fondo. Pero lo que más llamaba la atención era el inmenso capullo de flor ubicado justo en el medio del claro, con unos amplios pétalos de un color rosa que a Kanata le recordaron al color del pelo de Aries.
“No puedo esperar a que llegue mañana para traer a los chicos aquí y ver las caras que ponen en cuanto vean la flor. Sobre todo la de Aries” pensó Kanata, mientras que colocaba las palmas de las manos en su nuca y sonreía mostrando los dientes.
Lo que Kanata no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde era que, a sus espaldas, unas hiedras con una forma similar a finos tentáculos se acercaban por atrás, a todo velocidad pero sigilosamente. Kanata no se dio cuenta de su presencia hasta que era demasiado tarde, cuando las hiedras se habían enroscado alrededor de sus tobillos y rodillas y elevándolo a varios metros del suelo boca abajo, por encima del capullo de flor. Desde aquella posición Kanata puedo ver que la hiedra procedía de la base del tallo de la flor, que había abierto ligeramente su capullo, lo bastante como para revelar que en su interior se encontraban más hiedras con una forma similar, solo que de mayor tamaño y más gruesas. Antes de que Kanata pudiera decir nada, las hiedras le soltaron, dejándolo caer en el interior del capullo, que rápidamente cerró sus pétalos en cuanto el muchacho cayó en su interior. Temiendo hacerse daño durante la caída, a Kanata tan solo le dio tiempo de cubrirse la cabeza con las manos para amortiguar el impacto, pero para su sorpresa cuando aterrizó se dio cuenta que las hiedras del interior de la flor no sólo no eran duras, sino que además de su color verde la sensación que provocaban al tacto era similar a la de la piel humana, con la excepción de que parecían estar cubiertas por una capa de mucosidad.
Pero lo que más sorprendió a Kanata no fue el tacto de las hiedras, sino la forma de sus puntas, similares al glande humano, algo que Kanata nunca había visto en una planta, y que tampoco esperaba ver algún día. Incluso las hiedras contaban con pequeños relieves en su superficie, con una forma similar a la de las venas humanas. Mientras que el muchacho confundido se preguntaba qué tipo de planta era aquella, de repente notó como las hiedras se enroscaban alrededor de sus brazos, dejándolos atados a la espalda, mientras que al mismo tiempo otras hiedras se enroscaban de sus tobillos y rodillas. Por más que el joven luchaba por liberarse, las hiedras resultaron poseer una terrible fuerza. De pronto Kanata noto unas puntas tocando su cintura, y cuando dirigió la mirada abajo vio horrorizado como las hiedras metían sus puntas por debajo de la cintura de su bañador rojo para deslizarlo hacia abajo, revelando el miembro de Kanata, al que rápidamente se enroscó otra hiedra, que empezó a masturbar el pene de Kanata, provocando una erección.
“¿Qué clase de planta es esta?” fue el único pensamiento que cruzó la mente del joven mientras que observaba su pene erecto siendo masturbado, antes de pensar que debía de gritar para buscar ayuda. Daba igual lo lejos que estuviera el resto, alguien debía de ser capaz de oírle, los pétalos de la flor no debían de ser lo bastante gruesos como para aislar el sonido.
Kanata abrió su boca de par en par para dar el grito más fuerte que había dado en toda su vida, pero antes de que pudiera dar grito alguno un hiedra más se enroscó alrededor de su cuello y apretó tan fuerte contra la garganta del joven que apenas podía respirar, mucho menos gritar, y antes de que pudiera cerrar la boca sintió como la punto de la hiedra se introducía en su boca hasta el fondo. Por unos segundos Kanata sintió que la hiedra se estaba retirando, y con inocente ilusión pensó que tal vez estaba saliendo del todo, pero a los pocos segundos la hiedra volvió a avanzar, y está vez algo empujaba a Kanata por la parte trasera de su cabeza, obligándolo a tomar en su boca más de lo que había tomado la vez anterior. Y por si aquello no fuese ya lo bastante humillante, la hiedra no había parado de masturbar el pene de Kanata mientras tanto, que el joven sentía que ya estaba a punto de eyacula, y dos hiedras de menos tamaño jugueteaban con sus pezones, que se habían endurecido.
Finalmente Kanata no pudo soportarlo más, y se corrió. Los chorros de su esperma salieron disparados, y sus gotas aterrizaron en los abdominales, los pectorales y el rostro del joven. A los pocos segundos la hiedra que Kanata tenía la boca eyaculo también, liberando un líquido más viscoso que la mucosa que cubría las hiedras. Kanata se sorprendió por lo bien que sabía aquella sustancia que inundaba su boca, pero trató de quitarse aquella idea de la cabeza.
La hiedra por fin se retiró de la boca de Kanata, lentamente, haciendo que cuando ya había salido del todo del boca de Kanata aún permaneciera unida a está por un delgado hilillo que mezclaba la saliva del muchacho con la sustancia similar al semen que la planta había eyaculado. Inconscientemente Kanata inclinó la cabeza y separó los labios, como si no quisiese que aquella hiedra hubiera salido de su boca, como si quisiera que volviera a meterse dentro y volver a inundarla con aquella deliciosa sustancia. Notando que al abrir la boca la sustancia se estaba cayendo, goteando en sus abdominales y pectorales, mezclándose con su semen. Kanata cerró rápidamente la boca, reteniendo en su boca la sustancia y tragandola poco a poco, para que el disfrute de aquel néctar fuese duradero. Tan distraído estaba deleitándose con el sabor de la sustancia que tenía en la boca que le pilló por sorpresa cuando las hiedras que tenía enredadas alrededor de sus tobillos se soltaron, para que después una se enroscase en un tobillo y otra en otra, cada una tirando para su respectivo lado, abriendo a Kanata de piernas, y elevando ligeramente sus piernas para revelar su ano. De haber ocurrido aquello tan solo hace un par de minutos, Kanata hubiera hecho todo lo posible para oponer resistencia, pero para su sorpresa se encontró dejando pasivamente que las hiedras hiciesen su trabajo, e incluso esperando con impaciencia que era lo que iban a hacer a continuación. Incluso a pesar de que notaba que las hiedras que lo sujetaban ya no le apretaban tan fuerte como antes, no tenía el más mínimo interés en aprovechar la situación para tratar de liberarse. Ni siquiera se fijó en que por unos segundos la flor había abierto su capullo dejando una salida, aunque solo fuera para que las hiedras arrojasen su bañador al exterior, y lo cerrarán inmediatamente una vez que la prenda ya estuviese fuera.
Cuando la punta de una de las hiedras penetró el ano de Kanata, el joven apenas noto que forzase su camino al interior. De hecho, la sustancia mucosa que lo rodeaba parecía facilitar el deslizamiento. En cuanto Kanata noto que la hiedra se estaba moviendo hacia delante y hacia atrás, no se lo pensó dos veces antes de empezar él a hacer lo mismo. En cierto momento echó la cabeza para atrás, y noto como la punto de la hiedra que rodeaba su cuello trataba de volver a meterse en su boca. Kanata no solo abrió la boca para facilitar la entrada de la hiedra, sino que además comenzó a lamerle una vez estuvo dentro de su boca y a mover la cabeza hacia atrás y hacia delante, sin necesidad de que esta vez otra hiedra le empujase por detrás de la cabeza. Kanata quería volver a tener aquella sustancia en su boca, y no solo en su boca, también en el interior de su cuerpo. Por suerte para él la planta no tardo en eyacular, rellenando su boca y su ano con la sustancia, y cuando lo hizo apretó fuerte con sus labios la hiedra que tenía en el interior de su boca, y con sus nalgas las hiedras que tenía en su ano, temiendo que se desperdiciara un sola gota de la preciada sustancia.
“Más, quiero más” era el único pensamiento que cruzaba la mente de Kanata, que ni siquiera se había percatado de que las hiedras se estaban apartando, para revelar un gigantesco orificio, que comenzaba lentamente abrirse, revelando que las paredes de su interior poseían un color rosado, parecido al de los pétalos de la flor, solo que más intenso. Lentamente las hiedras arrastraron a Kanata al orificio y comenzaron a introducirlo, comenzando por los pies. Tan solo cuando los pies quedaron atrapados Kanata se dio cuenta de la situación en la que se encontraba, y comenzó a volver a tratar de liberarse, pero las hiedras volvían a sujetarlo firmemente, soltando solo cuando las partes de su cuerpo era absorbidas por la planta. Primero le tragó hasta las piernas, después hasta la cintura, con las manos pegadas a la caderas, y luego su abdomen, su torso, su cuello,y por último su cabeza.
Al día siguiente, la tripulación de la nave Astra llegó al mismo claro en el que se encontraba la flor, pero todos estaban demasiado ocupados buscando a su miembro desaparecido como para prestar atención alguna a la planta, que solo llamó la atención del grupo cuando uno de ellos encontró, a los pies del tallo, las bermudas rojas que Kanata Hoshijima llevaba puestas la última vez que le vieron.