viernes, 2 de agosto de 2019

Kaa ha encontrado un nuevo aperitivo


Gary llevaba ya cinco días desaparecido, sin contar los días que Red llevaba buscándolo. En cuanto Red se había enterado de la desaparición de Gary, había cogido el primer barco a la misma isla en la que Gary había sido visto por última vez. A pesar de la tremenda extensión de la isla, apenas había poblaciones humanas. Tan solo pequeñas aldeas costeras, todas ellas ubicadas en la costa, con poblaciones que nunca superavan los treinta habitantes, y la gran mayoría de ellos se dedicaban a la pesca, una actividad dedicada más al abastecimiento de los habitantantes de la isla, para los que que la pesca era la principal fuente de alimento; y que ni siquiera se habían molestado en aprender otro idioma que no fuese su lengua materna. Red aprendió aquella dura lección cuando llegó a la isla y trata de hablar con los locales, para ver quienes habían visto a Gary por última vez. El capitán del barco se había olvidado, o al menos eso quería creer Red, que aparte de la tripulación de su barco nadie más en todo el pueblo sabía hablar inglés o japonés. Tras varios humillantes intentos, un compasivo marinero del barco se ofreció amablemente a hacer de traductor por Red. De esta forma Red descubrió que Gary había sido visto por última vez en el pueblo. Al igual que Red, Gary había llegado en barco, con la diferencia de que Gary se había podido permitir un barco privado, que aún estaba anclado en el puerto, para llegar hasta allí. Tras oír las leyendas locales, Gary se había aventurado en la jungla, a pesar de las advertencias de todos de que no lo hiciera. Pero, tratándose de Gary, ignoró las advertencias tachándolas de supersticiones, y a pesar de decir que volvería al día siguiente, no regresó ni cuándo dijo, ni el posterior.

Red ahora se iba internado en la jungla, y aunque había sido lo bastante sensato como para pedir que alguno de los nativos que conociese la isla mejor que él, nadie, ni siquiera los más jóvenes, que ya eran escasos de por sí, querían aventurarse con él. Red hubiera esperado, pero Gary ya llevaba demasiado tiempo sin dar señales de vida, y tras escuchar lo que había escuchado de boca de los nativos, se temía lo peor. Aunque trataba de tranquilizarse con el pensamiento de que seguramente Gary solo se había perdido en la jungla, Red no podía evitar imaginarse que Gary se había encontrado con la criatura que los locales llamaban “Kaa”. E incluso cuando pensaba en ello, Red trataba de descartar la posibilidad pensando que debía de tratarse de una figura mitológica, sin ninguna base o fundamento en el mundo real. Es decir, ¿una criatura, parecida a una serpiente, tan larga que podría rodear el mundo entero con su cola, capaz de hablar y pensar como un ser humano, y de hipnotizar a todo aquel que lo mirase directamente a los ojos, dejándolo completamente a su merced? Absurdo, simplemente absurdo, es imposible que semejante criatura existiese. Ero lo que Red se repetía a sí mismo, una y otra vez.

Era ya mediodía. El sol estaba en lo más alto, no había ni una sola nube en todo el cielo,y a pesar de lo altas que eran las palmeras de la jungla y lo extensas que eran sus hojas, proyectando una sombra interminable, una capa de sudor cada vez más gruesa cubría entera la piel de Red. A pesar de que la había llenado la noche anterior, la botella de agua estaba ya completamente vacía, y Red estaba tan desorientado por el calor que no se veía capaz de recordar el camino de vuelta a la cascada. En cierto momento que Red bajó la mirada a uno de los arbusto que había al pie de uno de los árboles más gruesos, pudo divisar una prenda de color rojo intenso, con estampado que parecía consistir en algo blanco. Red se acercó para inspeccionar la prenda, y reconoció para su horror los calzoncillos que le había regalado a Gary en el último San Valentín. Era imposible que aquellos calzoncillos fuesen de otro. Eran personalizados, hechos por encargo de Red, a juego con el estampado de su gorra. ¿Quién más sino Gary iba a tener unas calzoncillos como aquellos en una isla tan aislada como ella?

En la copa del árbol, lo bastante alto como para que Red no se percatase, se encontraba Kaa la serpiente. El reptil aún tenía el sabor en su boca del último aperitivo que había degustado, un sabroso humano que apenas había dejado de ser un cachorro. En cuanto lo había visto Kaa se había dado cuenta de que era un nativo, en parte por que ninguno se había aventurado en años a internarse en la jungla, y Kaa consideraba demasiado peligroso ir a una de las aldeas costeras, donde el riesgo de encontrar a todos los humanos en grupo era mayor. Pero hace ya más de una semana, como si se tratara de algún regalo del cielo, apareció aquel imprudente, arrogante pero delicioso humano.  En cuanto lo había visto Kaa lo había sometido a su voluntad, y tras desvestirlo (Kaa siempre había considerado era piel extra que se ponían los humanos que llamaban “ropa” un invento innecesario destinado a entorpecer su comida y dejarle un mal sabor de boca) y juguetear un poco con él, el reptil había engullido al hermoso joven de un bocado entero. Kaa creía que nunca iba a volver a probar nada tan delicioso en su vida, cuando justo aquel día había aparecido otro de esos deliciosos especimenes. Se encontraba parado a los pies del árbol, y parecía sostener algo en las manos, de lo que no era capaz de apartar la vista. Reptando sigilosamente para acercarse Kaa pudo apreciar que lo que sostenía el humano en sus humanos era una piel extra, que reconoció como la última que le había quitado al último humano, revelando su miembro y sus nalgas. Parecía que el nuevo humano conocía de algo al anterior. Tal vez lo estaba buscando.

- Hola, joven, ¿puedo ayudarte algo? - preguntó la serpiente cuando ya solo le quedaban centímetros para alcanzar el suelo.

En cuanto el joven humano alzó la vista en unos pocos segundos ya estaba tratando de echarse a correr. Pero Kaa, anticipando aquello, no tardó en enroscar al joven de los pies a los hombros firmemente con sus colas. Mientras que Kaa atraía al joven hacía él, veía como el joven apartaba la vista y cerraba los ojos. “Parece ser que este es un ejemplar más prudente que el anterior” pensó la serpiente “Por fortuna para mí y desgracia para él, los retos solo aumentan mi interés en una presa”. Kaa también notaba como el joven trataba, inútilmente aunque probablemente no lo supiera o más bien no quisiera reconocerlo, de liberarse, y podía notar que, a parte de poseer cabellos y piel más oscuros que el anterior humano, éste también era más fornido.

- Vamosssss, mi querida presssssa, abre los ojosssssss - susurraba la serpiente acercándose al rostro del joven - Vamosssss a passsarnossssslo tan bien tú y yo.

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